Amor o el Contrato: La Negociación Comienza – La Posición de Sophie contra Dante
Los puños apretados de Sophie reflejaban la tormenta que rugía dentro de ella: una mezcla de indignación y determinación. Caminaba con pasos rápidos y decididos por la lujosa oficina de su padre, rodeada del brillo frío de los rascacielos que dominaban la ciudad. Sus ojos verdes brillaban con una rabia contenida mientras repetía en su mente la conversación con el hombre que se suponía debía protegerla.
Sebastián Monteiro, magnate inmobiliario, la miraba con una expresión inmutable, como si la propuesta absurda que acababa de hacer fuera lo más normal del mundo.
— “Sophie, hija, sabes lo que está en juego. Si rechazas esta alianza con los Vasconcellos, estaremos acabados. Tienes que casarte con ese hombre.”
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Esas palabras retumbaban como un desafío. Sophie siempre supo que su padre era implacable en los negocios, pero jamás imaginó que la usaría como ficha en un juego de poder tan sucio. No iba a dejarse controlar. No sería víctima del hambre enfermiza de poder de su padre. Era fuerte, independiente, y no cedería ante un chantaje emocional barato.
Entonces la puerta se abrió de golpe, revelando la imponente figura de Dante Vasconcellos. Sus ojos azules se cruzaron con los de ella, con una mezcla de curiosidad y desprecio, como si supiera que estaba encendiendo algo mucho más grande que un contrato por conveniencia.
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— “Ah, la novia reacia.”
Su voz era suave, pero cargada de ironía. Dio un paso adelante, llenando el espacio con su presencia dominante. Sophie no retrocedió, mantuvo la mirada desafiante.
— “Parece que nos espera un camino largo, ¿no?”
Apretó la mandíbula, luchando contra el impulso de borrarle esa sonrisa arrogante de una bofetada. Pero se contuvo. Inspiró hondo, dominando la tormenta de emociones que amenazaba con desbordarse.
— “Dejemos algo claro, señor Vasconcellos. No estoy aquí para jugar ni para alimentar su ego inflado. Si realmente quiere que acepte esta locura, tendrá que demostrar que vale la pena. Y créame… no será fácil.”
Su voz era firme, cargada de resolución y desafío. Dante la observó de cerca, como evaluándola. Una media sonrisa se dibujó en sus labios, con un destello de admiración en sus ojos fríos.
— “Tienes agallas, Sophie Monteiro. Pero ten cuidado con lo que deseas… podrías conseguirlo.”
El silencio que siguió fue espeso como niebla. Sophie podía sentir la tensión entre ambos, como si cada palabra hubiera sido un golpe calculado. Dante cruzó los brazos, su expresión relajada en contraste con la intensidad de su mirada. Estaba… divertido. Eso solo avivó su enojo.
— “No estoy jugando, señor Vasconcellos,” dijo Sophie con voz afilada como navaja. “Y espero que usted tampoco lo esté.”
Él ladeó la cabeza, analizándola. Luego dio un paso más, invadiendo deliberadamente su espacio.
Juego de poder
— “Yo nunca juego cuando se trata de negocios, señorita Monteiro. Y claramente, tú tampoco. Eso es bueno. Un matrimonio necesita equilibrio, ¿no crees?”
Ella rodó los ojos, cruzando los brazos.
— “Si cree que va a conquistarme con este jueguito de poder, está muy equivocado. Sé perfectamente quién es. Sé que los hombres como usted se alimentan de la sumisión, del control total. Pero yo no soy una de sus marionetas.”
Dante soltó una risa baja, como si sinceramente disfrutara de su resistencia.
El desafío
— “Interesante. Entonces me pregunto… ¿por qué sigues aquí?” preguntó, alzando una ceja con aire desafiante. “Porque si tu familia no estuviera al borde del colapso, me imagino que ya te habrías largado.”
Sophie sintió un nudo en el estómago. Lo que más le molestaba no era su tono condescendiente… era que tenía razón. Respiró hondo. No podía perder el control. No frente a él.
— “Estoy aquí porque tengo que estar,” dijo con voz firme. “Pero eso no significa que me guste.”
Dante sonrió de nuevo, esta vez con una expresión que Sophie no quiso identificar.
— “Bien. Porque a mí tampoco me gusta.”
Verdades incómodas
Parpadeó, desconcertada.
— “¿Perdón?”
Él se encogió de hombros.
— “Lo último que quería era casarme. Pero ciertas circunstancias exigen sacrificios. Así que créeme, señorita Monteiro, si este acuerdo te incomoda, que sepas que a mí también.”
Sophie apretó la mandíbula. Esperaba arrogancia, frialdad, manipulación. Pero no esto. No honestidad.
— “Entonces coincidimos en algo,” murmuró. “Ninguno de los dos quiere esto.”
Dante la miró, y por primera vez en ese encuentro, su expresión se volvió seria.
— “Pero lo vamos a hacer.”
Sophie no respondió. Porque en el fondo, sabía que tenía razón. No tenía elección.
La negociación empieza
Dante arrastró una silla y se sentó frente a ella con la tranquilidad de quien sabe que ya ha ganado. Sophie se mantuvo de pie, brazos cruzados, negándose a ceder ante su presencia.
— “Si vamos a hacer esto,” comenzó con firmeza, “quiero garantías.”
Él alzó una ceja, curioso.
— “¿Garantías?”
— “Sí.” Sophie dio un paso adelante y apoyó las manos en la mesa. “Quiero saber exactamente cuáles son los términos de este contrato. Si espera que juegue su juego, yo quiero reglas claras.”
Dante sonrió de lado.
— “¿Quieres un contrato formal para un matrimonio que, en teoría, ya es un contrato? Qué irónico.”
— “Quiero seguridad,” replicó ella, con la mirada fija en la suya. “Y quiero saber exactamente en qué me estoy metiendo.”
La propuesta
Él se inclinó hacia adelante, con los ojos intensamente clavados en los de ella.
— “Entonces siéntate, Sophie. Negociemos.”
Ella dudó, pero sabiendo que esta sería solo la primera de muchas batallas, arrastró la silla frente a él y se sentó. El juego apenas comenzaba.
Dante tamborileó los dedos sobre la mesa de caoba, observándola como si intentara descifrar cada pensamiento. Sophie cruzó los brazos, firme, decidida a no dejarse intimidar.
Los términos
— “Entonces dime, Sophie, ¿qué es lo que quieres?” preguntó Dante con voz suave, pero cargada de reto implícito.
Ella levantó el mentón, decidida a no mostrar ni una pizca de vacilación.
— “Quiero garantías de que mi vida no se convertirá en un infierno a tu lado.”
Él sonrió, sin humor.
— “Eso depende mucho de ti, ¿no crees?”
Se inclinó un poco más.
— “Si haces tu parte, yo haré la mía. Pero si decides ponerlo difícil…”
Sophie también se inclinó, enfrentándolo.
— “Créeme, señor Vasconcellos, soy excelente en hacer las cosas difíciles.”
Los ojos de Dante brillaron con diversión… y con algo más. Algo peligroso.
Límites
— “¿Ah, sí?” dijo en voz baja, casi como un secreto. “Entonces tal vez será interesante descubrir hasta dónde puedes llegar antes de perder esa ventaja.”
Sophie no se inmutó, aunque cada fibra de su cuerpo le advertía que él era un tipo distinto. Un adversario que no se parecía a nadie que hubiera enfrentado. Dante Vasconcellos no retrocedía. Dominaba. Tomaba. Manipulaba. Y ahora, claramente, estaba decidido a ponerla a prueba.
Inspiró profundo, manteniendo la mirada.
— “Si vamos a hacer esto, quiero términos claros.”
Dante levantó una ceja, sorprendido por lo rápido que ella había adoptado el papel de negociadora.
— “Adelante. Te escucho.”
Autonomía total
Sophie cruzó las piernas, sin apartar la vista de la suya.
— “Quiero autonomía total sobre mi vida personal. Eso significa que seguiré trabajando, saliendo donde quiera y manteniéndome en contacto con quien me dé la gana.”
Dante se recostó, observándola con renovado interés.
— “¿Y se supone que debo aceptar eso sin condiciones?”
— “Exacto. Puedes controlar tu mundo, pero no vas a controlar el mío.” Sophie apretó los labios. “A menos que prefieras convertir este contrato en una sentencia de prisión.”
Apariencias públicas
El silencio se alargó unos segundos. Luego Dante sonrió.
— “Interesante. Pero sabes que el matrimonio exige ciertas apariencias, ¿verdad?”
Apoyó los codos sobre la mesa.
— “Eso significa que en público, serás mi esposa. Y yo, tu esposo. Si esperas total independencia, tal vez debas replantearte tu posición.”
Sophie apretó los dedos contra la tela de su pantalón. Lo peor era… que tenía razón. Este matrimonio sería una representación pública. Pero no pensaba ceder tan fácilmente.
— “Entiendo la necesidad de aparentar. Pero hay límites.”
Inclinó la cabeza.
— “Tú necesitas esto para tus negocios. Yo lo necesito para salvar a mi familia. No significa que tenga que gustarme.”
La última oferta
Dante soltó una risa baja, que le provocó un escalofrío.
— “Me sigues sorprendiendo, señorita Monteiro.” Deslizó una carpeta hacia ella. “Lee los términos. Añade tus condiciones. Y veremos si podemos llegar a un acuerdo.”
Sophie tomó los papeles, sintiendo el peso de esa decisión. Aún no sabía cómo iba a salir de todo eso. Pero de algo estaba segura: no le daría a Dante Vasconcellos el gusto de verla tambalear.
El juego ha comenzado
El juego había comenzado.
Y ella estaba lista para jugar.